A menudo soy criticado por mi forma
de entender el autocaravanismo, que en pocas palabras definiría como una
afición que te permite viajar y conocer lugares y personas de forma libre y sin
ataduras. Hasta ahí.
También están quienes ven en el
autocaravanismo una oportunidad de hacer negocio, ya sea vendiendo guías de
viaje, accesorios, vehículos, etc… Opción legítima, por supuesto.
Luego están aquellos que, al
tiempo que comparten sus relatos y fotografías, “alquilan” su blog o canal a
empresas que anuncian seguros a cambio de unos céntimos. Estos
me resultan especialmente curiosos. Es como si yo le estoy contando mis vacaciones a un amigo
y cada cierto tiempo deslizo un comentario que diga: “Seguros Pepe, a precios
imbatibles”. Por favor ¡no seas cutre! Tómate dos cafés menos al mes y no le
vendas nada; no mezcles el mercantilismo con algo tan bonito.
Ojo, igual el equivocado soy yo.
Durante gran parte del año me levanto a las cinco de la mañana para ir a
trabajar, y cuando llegan las vacaciones marco una línea clarísima entre el
trabajo y el placer. Las aficiones a un lado, lo laboral a otro. No aspiro a
ganar dinero con mis aficiones como tampoco voy al trabajo a divertirme. Considero
dinero bien gastado aquél que te hace feliz y te aporta vida, así que en mi
mente no entra buscar ganancias económicas con aquello que me hace sentir yo mismo.
Hace poco un buen amigo me llamó
tonto por “no sacar beneficio” de gestionar el grupo de autocaravanismo más
grande de Facebook. Le expliqué que saco mucho más de lo que piensa, porque la satisfacción
personal vale mil veces más que el hecho de que alguien te “regale” unas pastillas
para el poty a cambio de tu independencia. Hay cosas que no están a la venta.
En cuanto al dinero, el día que tocando
un billete sienta en el alma lo mismo que mirando las estrellas desde mi
autocaravana… tal vez me lo piense.
Antonio